Entonces la mañana que no le ves te sorprendes a ti misma recordando su risa y echas de menos que esté ahí mirándote sin que tu te des cuenta.
Las canciones son un poco más amargas y el tiempo pasa tan lento que es cada manecilla del reloj hace tic-tac en tu cabeza.
Y es ahí cuando entiendes que por muy mal que puedan llegar a ir las cosas, prefieres mil veces tener su cuerpo junto al tuyo que despertar cada mañana sin saber en que infinito se encuentran aquellos ojos verdes que te queman, y sobretodo, si te recuerdan.
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