Ella aprendió a hablar con la mirada y tiene contadas con las
manos las miradas que le han hecho perder la cabeza en su vida. Ella aprendió a
distinguir entre lo necesario y lo que no es tanto, y que la verdadera
felicidad empieza contigo mismo. Ella aprendió lo que es el dolor y el cómo se
llora hasta quedarte seco por dentro, dar paseos viendo las estrellas y
deseando más que nunca no ser ella en ese momento. Su sonrisa es innata, es
algo que siempre ha estado con ella pero también la enseñaron a respirar hondo
y a contar hasta diez muchas veces. También aprendió muchas cosas sobre la
amistad y lo esenciales que son esas personas en su vida. Hace muchos años tuvo
esos momentos en los que sentía mariposas en el estómago, en esa época de
inocencia donde creía en príncipes azules pero después creció y por muy triste
que suene, esas mariposas se las mataron todas al vuelo. Aprendió un poco
sobre el interés, acerca de las ganas prohibidas, de las noche fugaces y del sabor
que queda tras ello. Rió cuando gracias a todo eso aprendió a fijarse en la
persona que hay detrás de cada apariencia, y que en el momento en el que
quieres algo tienes que luchar por ello, a muerte.
Pero nunca la enseñaron a parar de bailar cuando la música se
acaba, nunca la enseñaron a superar una decepción, a usar la cabeza cuando sus
impulsos descontrolados gritan por salir... Sigue sin conocer una sonrisa que
no tenga fecha de caducidad, aunque le gustaría encontrarla.
Si, la vida le ha dado grandes momentos y
buenas lecciones a esta mujer.
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