Entonces le pegué un tiro a aquella historia. No porque no quisiera seguir escribiendo, sino porque abusó de soberbia y falta de valentía, en el fondo se lo merecía. Nadie tiene derecho a fardar en tardes como aquella, donde se jugaba todo a un cara o cruz con una moneda que brillaba por las dos caras.
Aún así brindaré por ti y por todas las guerras del silencio en las que yo perdí, pero tu no ganaste nada a cambio. Y aunque nunca me lo admitas, me darás la razón.
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